domingo, 26 de junio de 2011

El campo de concentración de Miranda del Ebro: de supervisores SS a prisioneros nazis

El papel de España durante la Segunda Guerra Mundial y su relación con el Tercer Reich reflejados en la historia del campo.


Prisioneros lavando en el campo de Miranda del Ebro


Por toda Europa existen publicaciones e incluso placas conmemorativas (como por ejemplo la situada en Tarbes, Francia) que en su papel de recordar la barbarie acontecida en los numerosos campos de concentración durante los años treinta y cuarenta no olvidan citar el cercano a Miranda del Ebro (Burgos), activo de 1937 a 1947 e ignorado en cierta medida por la historiografía de nuestro país. Probablemente porque durante cuarenta años se procuró ocultar las estrechas relaciones que tuvo el régimen franquista con la Alemania de Hitler durante su existencia e incluso después de su ocaso.


Inspiración alemana y presos de la guerra civil (1937-1941)

La historia del campo comienza durante la guerra civil y el rápido avance en el norte de la península del bando de los sublevados. A pesar de que no existía la voluntad de hacer prisioneros en la mayoría de los casos y de ello dan cuenta los cuantiosos fusilamientos en la zona el hacinamiento de los presos políticos y militares simpatizantes con la República comenzaba a ser preocupante, con todo tipo de edificios oficiales como la universidad de Deusto convertidos en cárceles, por lo que se recurrió a la construcción de campos inspirados en los que ya funcionaban en Alemania contando con el asesoramiento de sus gestores, miembros de la Schutzstaffel. El Kriminalkomissar de la Gestapo en la embajada alemana de Madrid en 1936 Paul Winzer fue el encargado de la organización y la burocratización del campo bajo el mando del Capitán de Infantería Emeterio García Juárez y llegó a ostentar su jefatura.


Croquis del campo en su primer año de vida. Ver fuentes


A imagen y semejanza de las instalaciones alemanas se rodearon con alambradas provenientes del material de un circo abandonado cuatro hectáreas de terreno de una fábrica desocupada junto al río Bayas cerca de la vía de la línea férrea que traería a los prisioneros en vagones de ganado y se construyeron barracones y acuartelamientos. Pese a que la finalidad distaba mucho del concepto de exterminio y se acercaba más al de reeducación mediante trabajos forzados el duro invierno de 1937/38 junto a las numerosas enfermedades derivadas de las malas condiciones como el tifus o la disentería y la superpoblación causaron innumerables muertes. A todo esto se debe añadir que las ejecuciones sumarias ocurrían con frecuencia.


Barracones del campo. Fuente: Ceges-Soma


Control alemán e internacionalización (1941-1944)

Durante los primeros años de la conflagración mundial el control de la Gestapo de la mayoría de los campos españoles fue casi total, especialmente el de Miranda del Ebro por su volumen de presos y la cercanía a la frontera francesa. La visita al campo del SS-Reichsführer Himmler en 1940 durante su gira por la península da buena cuenta de ello. Periódicamente agentes de la Gestapo acudían al campo para clasificar, interrogar y decidir muchas veces el destino de los internados. Dado que la situación del campo chocaba con la posición de no beligerancia de España en la guerra se cambió su denominación pasando a llamarse “depósito de concentración”. Un eufemismo que pretendía mitigar la mala prensa en los países aliados.


Himmler junto al Caudillo el 25 de Octubre de 1940. Fuente: Bundesarchiv


Fueron numerosos los judíos que escapando de la persecución en la Francia de Vichy acabaron tras las alambradas, así como aviadores derribados o agentes de los servicios de espionaje del bando aliado como Vera Leigh, resistentes franceses como los premios nobel de medicina de 1965 Jacques L. Monod y François Jacob o brigadistas internacionales de los países ocupados que aún permanecían en suelo español. Sólo en agosto de 1943 el listado detalla la identidad de 3.265 extranjeros incluyendo alemanes, italianos, polacos, franceses y apátridas, etiqueta que aplicaba el régimen español a los judíos y que curiosamente coincide con la que se marcaba a los exiliados republicanos que pasaron por los campos alemanes. La mayoría de presos extranjeros fueron de nacionalidad francesa y entre ellos se encontraron Félix Gouin, Presidente provisional del gobierno francés y Georges Bidault Primer Ministro francés y Ministro de Asuntos Exteriores.


Croquis del campo en 1940. Los edificios y jardines abajo a la izquierda pertenecen a la comandancia


Los conflictos surgidos entre los grupos nacionales obligaron a dividir el campo en secciones y según su procedencia recibían diferentes privilegios. Los prisioneros alemanes podían por ejemplo obtener permisos para pasear libremente por el pueblo y recibían ofertas de perdón a cambio de la repatriación que la mayoría rechazaba puesto que adivinaban que su destino allí no era sino el de terminar en sitios como Sachsenhausen por su oposición al nazismo. Las duras condiciones de vida como interno en Miranda del Ebro resultaban preferibles en comparación.


Guardia del campo. Fuente: Ceges-Soma





Como en cualquier campo de prisioneros de la época los intentos de fuga fueron numerosos e ingeniosos: se cavaron túneles desde los barracones e incluso en la capilla aunque la mayoría fueron descubiertos a tiempo. Otra forma de evasión consistía en escaparse por la zona del río Bayas donde la vigilancia era menor. Se dio el caso de un recluso que observando los hábitos de un guardia civil que venía al campo todos los días y se iba a horas fijas, se confeccionó un tricornio a semejanza del guardia pintando de negro una caja metálica de galletas y usando un uniforme que consistía únicamente en una manta de color verde oliva consiguió salir sin que nadie sospechara nada aunque fue detenido horas más tarde.



La capilla bajo la cual hubo un intento de fuga a través de un túnel. Fuente: Ceges-Soma


Conforme la esperanza en la victoria final fue desvaneciéndose la dictadura de Franco se distanciaba de sus antiguos amigos del eje. Esta situación se hace patente en 1943 cuando un grupo de polacos lidera una huelga de hambre a la que se unirían el resto de brigadistas internacionales en protesta por la saturación y la falta de comida y que resultó todo un éxito con numerosas excarcelaciones. Los prisioneros aliados vieron como sus condiciones en el campo mejoraban radicalmente y se producían numerosas repatriaciones especialmente a partir de la fecha del desembarco de Normandía, mientras que la injerencia de los servicios secretos alemanes se limitaba.



Presos belgas recién liberados en marzo de 1943. Fuente: Ceges-Soma


Presos nazis y colaboracionistas (1944-1947)

Al mismo tiempo que la Wehrmacht se veía obligada a retroceder en el frente occidental aumentaba el número de desertores alemanes y franceses leales al régimen de Vichy que cruzaban ilegalmente los Pirineos. Por la estación de Canfranc pasaron trenes cargados de soldados de las Waffen SS acompañados por fascistas italianos y colaboracionistas de los países ocupados cuya última parada tuvo lugar en el campo burgalés. Mientras la dictadura franquista negaba reiteradamente haber acogido a estas personas de cara a las potencias vencedoras los prisioneros aliados eran testimonio de las mejores condiciones que los nuevos huéspedes recibían desde el primer momento como por ejemplo el acceso a la piscina de la comandancia, un lujo reservado a los militares que custodiaban el recinto. A requerimiento de los aliados agentes nazis que operaban en España fueron también retenidos pero su posterior entrega se entorpeció hasta el punto en el que en la mayoría de los casos no prosperaba.

El yugo y las flechas gobiernan el patio del campo. Fuente: Ceges-Soma

Las redes de evasión como Odessa (red de colaboración secreta desarrollada por grupos nazis para ayudar a escapar a miembros de la SS de Europa a América Latina) comenzaron pronto a funcionar bajo la permisividad cómplice de las autoridades franquistas y la Iglesia Católica a través de la denominada “ruta de los monasterios” disminuyendo el número de nazis internados, sobre todo de los de mayor importancia. Uno de los casos más notables es el del SS-Untersturmführer Walter Kutschmann, responsable entre otros crímenes de la ejecución de 1500 judíos en Polonia y que escapo a Argentina bajo la identidad de una monja carmelita, siendo descubierto en 1975 por el famoso cazanazis Simon Wiesenthal.


El SS-Sturmführer Walter Kutschmann


Clausura y memoria

Las instalaciones abandonaron su función como “depósito” de concentración en 1947 con el traslado de los últimos presos y posteriormente funcionó como centro de instrucción del ejército hasta 1954. Hoy día existe una fábrica sobre los terrenos y se mantienen únicamente el depósito del agua y parte de las garitas del cuerpo de guardia. En los últimos años se han llevado a cabo labores de conservación y se han instalado placas informativas, tímidos pero esperanzadores gestos que contrastan con las labores de recuperación de la memoria de los campos en el resto de Europa. Mientras sobre las atrocidades cometidas en los campos bajo el yugo del Tercer Reich se siguen escribiendo ríos de tinta resulta decepcionante la escasa bibliografía que existe acerca del infierno que vivieron los 80.000 prisioneros que pasaron por el campo mirandés cuya trascendencia internacional y la influencia de los nazis es desconocida para la gran mayoría. Sirva este artículo como un modesto homenaje.

El depósito de agua que todavía se conserva


Fuentes / Para saber más:

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